Después de días riendo con amigos y de distraerme por completo vuelvo al hueco, un lugar oscuro y vacío. Lloro sin llorar, siento sin sentir y no puedo levantarme de la cama. Quizás me volví adicta, no a la compañía ni a mi cabeza distraída. Al contrario, la detesto por marcar un límite entre el no estar bien y el aparentar estarlo. Todo se basa en pastillas, siempre lo critiqué y aquí estoy, deseándolas. Al menos cuando las tomaba tenía excusa para cubrir el hecho de estar sin estar. Terminé siendo una más, anhelando sentir lo que una pastilla provoca en mi cuerpo, aunque sea malo y lo repudie. Al menos de esa manera me sentía viva, porque cada día que contaba estaba muriendo un poquito más.
Ahora mis lágrimas no tienen razón de ser. No les encuentro ni principio ni final. Vacía, con toda la expresión de la palabra.
A veces, el único sentimiento que presento es miedo porque no sé qué viene después. No sé qué haré después. Mi mente maquina y no puedo detenerla. Todo lo que hago es para alimentarla y nada es suficiente, vuelvo al hueco y necesito respirar.
Me esfuerzo y otros sin saberlo me asfixian. El oxigeno se agota y me canso, pero al final no siento nada. Las pastillas lo triplicaban todo y me quejaba, qué idiota. Soy de las que necesitan intensidad. Y parece que sólo unas pastillas contraindicadas pueden darme lo que me hace falta. No debí dejarlas.
Por supuesto que lo sé, es difícil salir cuando caes en el espiral de lo que necesitas y lo que te hace daño. Y aún más complicado es desprenderse del efecto que causa en ti y en cada una de tus fibras.
Pero no importa, pocas cosas me importan.
Mi mente no define, puedo pasar de alegre a neutra y permanecer en fase deprimida.
Mi organismo se altera, no percibo nada y cuando menos lo espero mi presión arterial decae.
Mi vista falla y los dolores aumentan.
Mi cuerpo y mi psiquis se degradan.
Quién lo diría, al final terminamos como aquellos que alguna vez juzgamos, sean en las circunstancias que sean.
Mi organismo se altera, no percibo nada y cuando menos lo espero mi presión arterial decae.
Mi vista falla y los dolores aumentan.
Mi cuerpo y mi psiquis se degradan.
Quién lo diría, al final terminamos como aquellos que alguna vez juzgamos, sean en las circunstancias que sean.