domingo, 22 de diciembre de 2019

Tristeza



He notado que sólo me nace escribir cuando dedico sonrisas vacías o cuando no quiero mirar a nadie a los ojos porque sé que se desataría una tormenta. Entonces, podría decir, es la tristeza combustible para mi máquina de letras. Y no sólo eso, este sentimiento tan increíblemente inevitable me impulsa a que analice cada uno de los puntos de mi vida. Por ejemplo, me hace extrañar los detalles de él que no tiene él. No tiene sentido, ¿verdad? Así es mi vida de complicada. 

En momentos trágicos como estos me doy cuenta que soy un total caos, aunque pareciera que todo está bajo control, pero no. Parece absurdo pero la tristeza me hace extrañar personas que ya no están y poner a prueba las que se mantienen, y lo peor, inconscientemente mis expectativas siguen siendo muy altas y al no ser cumplidas la tristeza se alimenta, aumenta.

Cada día vivo una pequeña decepción, espero y aspiro demasiado y que la gente piense como yo lo haría, que se refleje en sus acciones, pero en diez ocasiones, esto sucede en solamente una, por no decir en ninguna.

 ¿Soy demasiado egoísta o ellos son egoístas? 

¿Rol de victima cuando soy victimario? 

 ¿Soy quien hace mal y ellos están en lo correcto en realidad?


Pienso en mí pero me preocupo en pensar en todos los demás y me confundo. Si tuviera realmente malas intenciones podría parecer que la tristeza no me invadiría. Al malo casi siempre se le ve feliz, victorioso y ganador; en cambio, a quien persigue la justicia lo persiguen las injusticias, soy el ejemplo claro de ello. Los que quieren lo notan y hacen algo al respecto, los que no, lo ignoran y siguen con sus vidas. Ellos siendo injustos también.

 La injusticia alimenta la tristeza, es como un dragón y no para. Me preguntaba si hay manera de controlarla, y sí que la hay, un día la descubrí, pero no existe manera de exterminarla. 

Aunque a veces se silencia, siempre está ahí, con ganas de más.

viernes, 2 de agosto de 2019

Bifurcación






La vida se trata de puntos y rayas, de un sí o un no, de lo que está bien y lo que está mal, de dilemas. A menudo me encuentro en ciertos puntos y de ellos casi siempre nacen dos rectas...


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Aquí es cuando menciono mi palabra favorita:

Bifurcación

Desde que tengo uso de razón me he topado con dos caminos, un punto y dos rectas, sólo que lo percibo a punta de tropiezos en el camino incorrecto o cuándo ya no tiene sentido, aunque se da aún más con la primera opción.

Sé que es natural sentirme atraída por lo que parece incorrecto, saca lo mejor de mi, me pone al cien y además, todo con adrenalina lo disfruto un poco más, lo disfruto al máximo. 

Esto es lo que sucede, una y otra vez aparecen dilemas y no sé qué hacer al principio, me encuentro recibiendo consejos hasta de la persona que se sienta a mi lado en el autobús, pero al final, termino haciendo caso omiso de todo lo que he escuchado y me quedo con lo que mi cuerpo, corazón o mente decida. Soy un caos.

Es probable que justo ahora esté en un dilema, enfrentando una bifurcación, quizás por eso te encuentras leyendo esto. 

          Un punto, dos caminos y una recta.

Con regularidad muchos de los dilemas vienen en forma de personas, una me conviene y la otra no, una es suficientemente buena y la otra no tanto, o simplemente se trata de dejarla ir o hacer que se quede, de seguir o no seguir, entro en colapso. 




Una balanza, en un extremo el peso de lo que podría perder y en el otro, lo que ganaría.


No es nada fácil ser un punto cuando ambas rectas son especiales, únicas, es como estar entre la espada y la pared, no tengo a dónde ir. Es aquí cuando nace otra bifurcación, de una pueden originarse muchas, mientras más complicada, peor. 

Quedarme donde ya conozco y admirar a lo lejos lo que fue o pudo ser o arriesgarme a lo desconocido.

Incontables veces me he ido por el camino aparentemente errado, pero en su momento, termina siendo el indicado. El tiempo se encarga de darme esa respuesta, y depende de mí definir si la tomo para crecer o para hundirme.

Justo ahora no sabría elegir, y se me hace extremadamente difícil pensar, confiaré en el tiempo y en el destino, hasta ahora, no me ha fallado.






miércoles, 24 de julio de 2019

Lazos



Por mucho tiempo creí que los lazos no se rompían, que los nudos no se desataban, que no podías dejar de sentir. Al hablar de lazos no me refiero a cordones de zapatos, a la cinta de Matilda o al ajuste de una prenda cualquiera. Me refiero a lazos sentimentales. 

A medida que vas avanzando a través de los años, visitas etapas de la vida y en ellas conoces distintas almas, algunas dejan huellas, otras simplemente son efímeras, otras sólo pasan sin consecuencias.

Aquellas almas que marcan originan lazos y los sientes tan fuertes que se te hace impensable el hecho de que puedan partir, crees tenerlos tan atados a ti que se te viene la idea de que se pertenecen en esta y en todas las vidas. O así me ocurrió a mí, en una historia.

Él encontró la manera y llegó a mi mundo, jamás pensé que sucedería, fue repentino. Sin embargo, en ocasiones tengo corazonadas con los momentos y las personas, a lo lejos una voz me dice que debería estar atenta, «algo va a suceder, viene un lazo y de los fuertes» casi siempre la ignoro, inconsciente. Cuando él llegó, la voz habló, mucho tiempo después me percaté.


Entre él y yo surgió algo inesperado, no planeado, al menos por mí. Un lazo, uno de los vínculos más vigorosos que había tenido en mis 20 años. Él me hacía sentir de todo, era débil ante su presencia. Cada una de sus miradas, de sus roces, de sus palabras, de sus besos provocaban torbellinos en todo mi ser.


Me dejaba caer en sus brazos, me envolví en él y en el lazo que habíamos construido. Sin ganas de salir de allí como quien se levanta un domingo a las 11 am con ansias de permanecer en cama.


Por tres años pensé que era para mí, y me equivoqué. Al principio consideré el vago pensamiento de que nuestro lazo se había enfrentado a una bifurcación, asumí que seguía allí, sólido pero divido. Me hizo daño y fue cuando luego aprendí que los lazos sí se desprenden, hasta los más fuertes. Y sólo lo entendí cuando tiempo después volvió a rozarme, me permití caer en sus brazos y para mi sorpresa, todo lo que causaba en mí ya no existía.




Un vínculo que parecía inquebrantable había desaparecido.




No quise, no adoré, no amé, no extrañé, no odié, no sentí.




De su abrazo sólo me quedó una cosa:


Todo lo que se traducía en torbellinos, ahora, sólo es calma.

jueves, 9 de mayo de 2019

31



Un número, un normal y corriente número. Me pregunto, ¿tienes al igual que yo uno que te marque?

Puede que haya comenzado con una calle, una hora, una canción, un canal, un programa, un libro o una serie. En mi caso, fue una fecha, una persona. 

31

En alguna etapa de mi vida sentí que cierto número era demasiado especial, lo consideraba esencial, me llenaba. Llegó un punto en el que sólo me entristecía, como cuando recuerdas algo que ya perdiste y no volverás a ver nunca más.

Hoy en día, luego de años, este número reaparece en mi vida. Vuelve de una manera totalmente repentina y con toda la intención de volverme ruinas.

La razón principal que le dio vida a este número me enseñó una lección:

"Lo que más temes y le huyes, es lo que más atraes"

Y así fue, eso terminó esa historia.

Siempre tuve el miedo de vivir engañada, le huía y terminé ahogándome en mentiras, casi me cuesta la vida.

He tenido otros temores, en menor magnitud pero allí estuvieron, algunos todavía están. Y hoy este número hace real uno de ellos, pero de otra manera, una muy inesperada.

Hasta una enfermedad puede llevar este número puesto, ¿quién lo diría?

"La vida se trata de causalidades, no de casualidades" he leído por allí, pero creo que se equivoca.

¿Causa y efecto o sólo destino?

Este número me persigue, no me suelta.


sábado, 4 de mayo de 2019

¿vida normal?



A veces me pregunto si cada una de las personas que se encuentran en la faz de la tierra se hacen esta misma pregunta: ‘¿por qué no puedo tener una vida normal?’… Yo me la hago a menudo. De hecho, cada que adquiero alguna experiencia, cada que llega una persona a mi vida, cada que estoy viviendo un momento, cada día que pasa. No sale de mi mente, es parte de mí.

Desde que tengo uso de razón no hay nada que no lo complique todo, siempre me pregunto ¿por qué tiene que ser así? ¿Por qué simplemente no todo puede estar bien? Cuando siento que está todo de maravilla, ocurre algo que lo daña, lo afecta, lo destroza. ¿Me pasa sólo a mí? Solía pensar que me daba miedo estar un poco feliz, porque sabía que pronto todo ese sentimiento, toda esa emoción se iba a desvanecer en cualquier momento. Podía definir esta única palabra con otra.

Felicidad = Efímero.

Sé que no estar bien a veces es bueno, es parte del equilibrio, pero no entiendo la razón de que lo que no está bien me persiga, y traiga consigo la tristeza, la inseguridad y el miedo. Cada que vuelve es más fuerte, es más grave, es más insólito. No lo entiendo.

Hoy leí ‘cada tropiezo en su historia la ha vuelto más sabia y más letal’ y no lo dudo, habla de mí. Cada inseguridad me ha dado una enseñanza, pero ¿hasta cuándo? ¿En qué momento de mi vida encontraré la verdadera estabilidad?

Tantas preguntas se esconden en una sola, es como ese árbol que tiene años en aquel parque de la ciudad, con miles y miles de raíces, unas más profundas que otras, empiezas a contarlas y nunca terminas, así se ramifica esta incógnita en mi cabeza.

Son muchas respuestas que espero pero realmente sólo quiero una, esa única respuesta desencadenaría todas las demás. Sólo así acabaría mi dilema. 

Y tu dilema, quizás.


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