He notado que sólo me nace escribir
cuando dedico sonrisas vacías o cuando no quiero mirar a nadie a los ojos
porque sé que se desataría una tormenta. Entonces, podría decir, es la tristeza
combustible para mi máquina de letras. Y no sólo eso, este sentimiento tan increíblemente
inevitable me impulsa a que analice cada uno de los puntos de mi vida. Por
ejemplo, me hace extrañar los detalles de él que no tiene él. No tiene sentido,
¿verdad? Así es mi vida de complicada.
En momentos trágicos como estos me doy
cuenta que soy un total caos, aunque pareciera que todo está bajo control, pero
no. Parece absurdo pero la tristeza me hace extrañar personas que ya no están y
poner a prueba las que se mantienen, y lo peor, inconscientemente mis
expectativas siguen siendo muy altas y al no ser cumplidas la tristeza se
alimenta, aumenta.
Cada día vivo una pequeña decepción,
espero y aspiro demasiado y que la gente piense como yo lo haría, que se refleje
en sus acciones, pero en diez ocasiones, esto sucede en solamente una, por no
decir en ninguna.
¿Soy demasiado egoísta o ellos son egoístas?
¿Rol de victima cuando soy victimario?
¿Soy quien hace mal y ellos están en lo correcto en realidad?
¿Rol de victima cuando soy victimario?
¿Soy quien hace mal y ellos están en lo correcto en realidad?
Pienso
en mí pero me preocupo en pensar en todos los demás y me confundo. Si tuviera
realmente malas intenciones podría parecer que la tristeza no me invadiría. Al
malo casi siempre se le ve feliz, victorioso y ganador; en cambio, a quien
persigue la justicia lo persiguen las injusticias, soy el ejemplo claro de ello. Los que quieren lo notan y hacen algo al respecto, los que no, lo ignoran y
siguen con sus vidas. Ellos siendo injustos también.
La injusticia alimenta la
tristeza, es como un dragón y no para. Me preguntaba si hay manera de controlarla,
y sí que la hay, un día la descubrí, pero no existe manera de exterminarla.
Aunque a veces se silencia, siempre está ahí, con ganas de más.