Desde muy chiquitas nos han inculcado que debemos proteger nuestra virginidad, como si de eso dependiera la vida, y no es más que sólo un tejido llamado himen.
Lo que vale es la pureza que resguardas en tu corazón, y quien te quite la virginidad no será dueño de ella.
Mi mamá me cuestiona: ¿por qué no estás con él?
Mi respuesta es y será: porque no funcionamos.
Ella me juzga, sólo me repite que debería casarme con él porque ya ningún hombre me va a querer así, 'impura'.
¿A quién le consta que he perdido la pureza?
Mi corazón es el mismo, ahora más fuerte, porque se lo entregué a la persona equivocada, es verdad.
Pero no me arrepiento.
Tenía que ser él.
Creo que todas las niñas viven soñando con su primera vez, yo nunca lo hice y fue muy especial.
Surgió de la unión de dos personas, en una playa, bajo las estrellas.
Y no, no es una escena de una película.
Así sucedió, en el lugar perfecto, en el momento justo y con la persona correcta.
Me cuidó, fue paciente, comprensivo y me inspiró seguridad.
Al final no terminó siendo el amor de mi vida, ¿y qué importa?
Hicimos las cosas bien, y eso basta.
No valgo menos por no quedarme con el primer hombre que me erizó la piel.
Las cosas se complican, y cuando no está destinado a ser, no se puede forzar la vida.
Merezco que me quieran completa, no a medias, y que me amen tan intensamente como yo puedo llegar a amar.
Él se quedó corto, yo me quedé corta y por eso no funcionamos.
El hecho de que ya me haya entregado en cuerpo y alma a una persona, no quiere decir que no tenga oportunidad de que alguien más me mire y sienta que es muy afortunado de tenerme.
También tengo derecho a ser feliz, aunque me haya entregado al hombre equivocado.
El pasado ya no importa, el pasado quedó atrás.
Mi pureza sigue manteniéndose intacta.
Y mi corazón sigue dispuesto, a amar de verdad.